CCHR Denuncia a la Psiquiatría
EL EJÉRCITO GASTA DINERO PARA CREAR
SÚPER SOLDADOS COMPLETAMENTE DROGADOS
El protector de la salud mental, la Comisión de Ciudadanos por los Derechos Humanos, anuncia la última de una serie de cuatro partes escritas por la galardonada periodista de investigación, Kelly Patricia O’Meara, que examina cómo las fuerzas del ejército de la nación han sido usadas como conejillos de indias para experimentos psicológicos y farmacéuticos. Esta última entrega aborda la larga relación entre el ejército y la psiquiatría que ha existido desde la Segunda Guerra Mundial y la investigación psiquiátrica llevada a cabo en soldados de EE.UU.
En un esfuerzo por crear el “Súper soldado”, el ejército de EE.UU. gasta cientos de millones de dólares en programas de investigación psiquiátrica que sólo se pueden describir como experimentación de ciencia ficción. La Comisión de Ciudadanos por los Derechos Humanos (CCHR), un grupo protector de la salud mental, se dedica a denunciar estos abusos en el campo de la salud mental.
No es ningún secreto que las fuerzas del ejército de la nación han sido utilizadas como conejillos de indias para experimentos psicológicos y farmacéuticos. La historia reciente está llena de ejemplos de experimentos fallidos sacados a la luz en forma de demandas e investigaciones del Congreso. Respecto a las tropas, bueno, parece ser que realmente son prescindibles.
El ejército está gastando miles de millones de dólares en drogas psiquiátricas. Una investigación de Nextgov publicada el 17 de mayo de 2012 reveló que los Departamentos de Defensa y de Asuntos de los Veteranos habían gastado casi 2 mil millones de dólares en antipsicóticos y ansiolíticos durante la última década, y el artículo del Austin American-Statesman del 29 de diciembre de 2012, “El elevadísimo costo de las drogas en el ejército podría perjudicar al presupuesto”, citó el gasto del Departamento de Defensa de 2.7 mil millones de dólares en antidepresivos, llegando a un total de más de 4.5 mil millones en la última década. Esto es a pesar de las más de 170 advertencias publicadas por las agencias internacionales reguladoras de drogas advirtiendo de los efectos inducidos por las drogas: suicidios, violencia, manía, psicosis, agresión, alucinaciones, muerte y muchos más. La política del Mando Central del Ejército de EE.UU. incluso permite que se proporcione un suministro de 90 a 180 días de drogas psiquiátricas altamente adictivas antes del despliegue.
También está el Seroquel, o “Seromata”, como ahora se le llama, el cual no se permite para el tratamiento de tropas en despliegue que tengan esquizofrenia o trastorno bipolar, pero sí se prescribe fuera de lo indicado para tratar el insomnio. El hecho de que el “Seromata” todavía esté en el formulario del ejército se vuelve aún más extraño cuando uno toma en consideración que se sospecha que el antipsicótico está vinculado a cientos de “muertes cardíacas repentinas” entre los soldados que han vuelto.
Aun así, desesperadamente, los altos mandos continúan dependiendo de los psiquiatras y psicólogos quienes aparentemente han visto demasiadas películas de ciencia ficción y parece que están preparados para “llegar a donde ningún hombre ha llegado antes”, cuando hablamos de alterar la mente humana. Pero cuando uno descubre completamente los experimentos planeados y en funcionamiento, uno se acuerda de la famosa cita de La mosca: “¡Ayudaaa!”.
La amistosa relación entre el ejército y la psiquiatría existe desde la Segunda Guerra Mundial. Las compañías farmacéuticas son el Yin respecto al Yan de la psiquiatría y el ejército se ha doblegado ante el gigante farmacéutico, Pfizer (fabricante del antidepresivo Zoloft), que ha financiado el desarrollo de un cuestionario de clasificación para el trastorno por estrés postraumático (TEPT). Y millones de dólares de la industria farmacéutica han financiado otros programas de clasificación de salud mental para el ejército, tales como Signs of Suicide [Indicios de Suicidio], una suborganización de Screening For Mental Health, Inc. [Clasificación de Salud Mental, Inc.]. Según los 990 informes de 2001-2004, de Screening For Mental Health, Inc., recibieron más de 3.2 millones en fondos farmacéuticos de Eli Lilly, Pfizer, Wyeth, Forest Labs, Abbott Labs y Solvay. El 5 de noviembre de 2009, The New American informó en el artículo, “El proyecto de reforma sanitaria compensa a la industria de la salud mental”, que hasta 2008, recibieron casi 5 millones de dólares de compañías farmacéuticas. Entonces no es sorprendente que el Instituto de Medicina informara en su evaluación de 2012 titulada, “Tratamiento para el trastorno de estrés postraumático en militares y veteranos”, que la mayoría de los pacientes en el Departamento de Administración de Veteranos diagnosticados con TEPT recibe más de una droga psicotrópica, y que el 80 por ciento de ellos recibe un antidepresivo.
El ejército de EE.UU. no es el primero en depender de estas drogas psiquiátricas en un esfuerzo por aumentar la resistencia y la moral entre las filas, ya que durante la Segunda Guerra Mundial tanto el mando británico como el alemán también distribuyeron millones de anfetaminas intentando hacer que los pilotos, marineros y soldados de infantería puedan tener un rendimiento sobrehumano.
Según el artículo del periódico, Los Angeles Times, “El Departamento de Administración de Veteranos pone a prueba drogas en veteranos de guerra”, las declaraciones que la asociación de Veteranos de Vietnam de América [Vietnam Veterans of America] hizo ante el Senado en una audiencia en 2002, pusieron al descubierto a EE.UU. por experimentación en tropas, usando gas mostaza durante la Segunda Guerra Mundial, radiación durante la Guerra Fría, LSD y herbicidas durante la Guerra de Vietnam y drogas de guerra química y biológica durante la Guerra del Golfo, sin advertir a los soldados de posibles reacciones adversas.
Con cada experimento nuevo y mejorado, no importa cómo se intente vender, parece obvio que el bienestar de las tropas no es una de las principales preocupaciones en la lista. Por ejemplo, según el Estudio de Desempeño Humano [Human Performance Study] de 2008 llevado a cabo por la Corporación Mitre y patrocinado por la Empresa de Investigación e Ingeniería del Departamento de Defensa, los investigadores estudiaron el estado actual de “la intervención farmacéutica en la capacidad cognitiva y en interfaces cerebro-computadora”, y cómo el enemigo podría utilizar futuros desarrollos en esta área.
Con el título de “Evaluación de la efectividad militar” el informe expone: “El factor de desempeño humano más inmediato en la efectividad militar es la degradación del desempeño bajo condiciones de estrés, en especial con la privación del sueño”. Los investigadores recomiendan “vigilar las actividades enemigas relacionadas con la investigación del sueño... Llevar a cabo una investigación militar interna sobre la seguridad y efectividad de las drogas recién desarrolladas para reducir los efectos de la privación del sueño”. (Énfasis añadido).
Dado el aumento del número de soldados a los que ya se les dan medicamentos para el sueño, como el Ambien, y tomando en cuenta los episodios de alucinaciones reportados que se relacionan con el uso de la droga, uno sólo puede concluir que la investigación va por buen camino.
El informe también expone que “cuando se apruebe su uso, estas nuevas drogas indudablemente tendrán un extenso uso fuera de lo indicado para mejorar la memoria y el rendimiento cognitivo”. Además, “Dependiendo del rendimiento final de estas drogas, los adversarios podrían utilizarlas en programas de entrenamiento u operaciones de campo”. Pide a EE.UU. que vigile de cerca el “predominio y efectividad de estas drogas en usos fuera de lo indicado en EE.UU.”. (Énfasis añadido)
Primero, uno tiene que cuestionar la vigilancia del enemigo en relación con el uso fuera de lo indicado de drogas psiquiátricas en EE.UU., pues el mando está muy preocupado de que se usen contra nosotros, mientras que a cientos de miles de tropas y a millones de adultos y niños estadounidenses se les están prescribiendo estas mismas drogas. Segundo, dado que muchas de las más grandes compañías farmacéuticas están bajo demandas legales y se les está multando, por publicitar sus drogas para usos fuera de lo indicado, uno sólo puede preguntarse qué está pasando realmente con la vigilancia militar de esos usos fuera de lo indicado.
Pero las drogas no son el único objetivo de los investigadores militares. La División de Estimulación Cerebral y Modulación Terapéutica del Centro Médico de la Universidad de Columbia, declaró en su página web que tiene proyectos en marcha, subvenciones y una colaboración activa con la Agencia de Proyectos de Investigación Avanzados de Defensa de EE.UU. (DARPA por sus siglas en inglés, Defense Advanced Research Projects Agency), la rama de investigación del Departamento de Defensa, para meterse con la mente usando electricidad, lo que incluye investigación en Estimulación Magnética Transcraneana (EMT).
Este procedimiento se tomó del guión de una película de ciencia ficción de Hollywood. El EMT consiste en colocar una gran bobina electromagnética cerca de la cabeza, generando un fuerte campo magnético e induciendo corrientes eléctricas para “estimular” las neuronas. Se ha informado que este procedimiento “estimula o inhibe la función cerebral”. Por supuesto, estar seguro del resultado sería importante en una situación de combate. Pero, uno da por hecho que esa es una peculiaridad que los investigadores corregirían antes de que esto se usara en el campo de batalla.
La psiquiatra Sarah Lisanby, antigua profesora de psiquiatría en Columbia y ahora en la Universidad Duke que tiene lazos familiares en el ejército, ha recibido fondos de DARPA para experimentar usando EMT y planea administrársela a 75 soldados a quienes se les privará del sueño para analizar su rendimiento en tests de memoria y funciones militares. Lisanby es copropietaria de una solicitud de patente presentada por la Universidad de Columbia para tecnología EMT. El pasado oscuro de Columbia incluye investigación sobre el LSD y la mezcalina financiada por la CIA y el ejército de EE.UU.
La desventaja de esta locura futurística del EMT es que el soldado puede sufrir desmayos; alteraciones en el sistema endocrino, inmunológico o neurotransmisor, y pérdida de la consciencia. Si el soldado está deprimido, el “tratamiento” puede inducir o exacerbar sentimientos suicidas.
Como informaba el artículo de Popular Science, “La DARPA quiere instalar dispositivos ultrasónicos transcraneales de control mental en los cascos de los soldados”, el 9 de septiembre de 2010, la Estimulación Cerebral Profunda (Deep Brain Stimulation, DBS) es otra posible herramienta. Consiste en implantar quirúrgicamente en el cerebro, electrodos que van conectados a cables que circulan por dentro del cuerpo desde la cabeza hasta el pecho, donde están implantados un par de generadores que funcionan con baterías. Los psiquiatras esperan tres semanas a que se cure el cerebro magullado y se cierren los agujeros en la piel antes de programar el dispositivo para activar los electrodos. Al parecer, como por arte de magia te conviertes en un soldado biónico, que cumple cada deseo que elija el hombre tras la cortina.
Los riesgos asociados con la DBS incluyen sangrado cerebral, que puede conducir a infarto cerebral, infección, desorientación o confusión, cambios no deseados de estado de ánimo, trastornos del movimiento y la conducta y pensamientos suicidas. Llámame demente, pero no creo que esta sea una herramienta óptima en una situación de combate.
También está la extraña investigación en la que los contribuyentes entregaron recientemente un contrato multimillonario al Dr. Michael Kubek, profesor de Medicina en la Universidad de Indiana, para investigar si un espray nasal antidepresivo podría ser seguro y efectivo para calmar los pensamientos de los soldados. Por supuesto, estos son los mismos antidepresivos que, a pesar de prescribirse en cifras récord, no han hecho mucho para amainar la epidemia de suicidios en el ejército.
Hay incluso más experimentos en marcha que parecen tan raros como estos, incluyendo “humanos virtuales” computarizados que se usan para propósitos de diagnóstico, que aparentemente pueden programarse para parecer empáticos al problema particular del soldado. Mientras que muchos argumentarían que remplazar a los psiquiatras con “humanos virtuales” no sería tan mala idea, uno tiene que recordar que estamos tratando con hombres y no con máquinas.
Parece obvio que la investigación psiquiátrica para el ejército tiene como objetivo crear una máquina invencible, insensible e indiferente. Al final, si los resultados de estos experimentos son siquiera remotamente parecidos al fracaso que es el actual programa de salud mental del ejército que se basa en drogas psiquiátricas, es realmente aterrador considerar qué quedará del combatiente estadunidense como un individuo dispuesto a poner su vida en riesgo.
Kelly Patricia O’Meara que fue reportera de investigación de la Revista Insight del Washington Times y ha sido galardonada, ha escrito docenas de artículos denunciando el fraude de los diagnósticos psiquiátricos y el peligro de las drogas psiquiátricas, incluyendo su innovador artículo de portada en 1999, Guns & Doses [Pistolas y Dosis], que revela el vínculo entre las drogas psiquiátricas y los actos de violencia sin sentido. También es autora del aclamado libro, Psiquiatrizado: Cómo la Psiquiatría Vende las Enfermedades Mentales y Fomenta Píldoras que Matan. Antes de trabajar como periodista de investigación, O’Meara pasó dieciséis años en el Capitolio como empleada del Congreso para cuatro miembros diferentes del Congreso. Tiene una licenciatura en Ciencias Políticas de la Universidad de Maryland.
Lee las tres primeras partes de esta serie aquí:
Parte uno: Las drogas psiquiátricas y la guerra: una misión suicida